Me parece que el traducir de una lengua a otra es como quien mira los tapices flamencos por el revés, que aunque se ven las figuras, están llenas de hilos que las oscurecen, y no se ven con la lisura y tez del haz; y el traducir de lenguas fáciles, ni arguye ingenio ni elocución, como no le arguye el que traslada ni el que copia un papel de otro papel––dijo don Quijote.
Y aún así le dije a Enrique Fierro, simpatizante de los rinocerontes––Tomemos prestada la pelota de ping-pong de nuestros amigos Lorenzo y Margarita, y aquí escribámonos y traduzcámonos el uno al otro. Pero, tejamos reversos, traducciones traidoras, como falsos amigos, des faux amis que se miran, pero no se reconocen.

Thursday, May 12, 2016

Muchas visitas hoy. Tantos protagonistas de tantas historias que llevo años escuchando repetidas veces de Enrique se empiezan a materializar. Tantos que él mismo tuvo que imponer un límite de una a la vez en la habitación. Tantos que pidió un acuerdo con la enfermera para recibir una hora sin interrupción ni de enfermeras, ni de amigos, ni de familia.

A pesar de tanto amor, tuvo un día difícil. En la mañana el médico declaró que lo más importante ahora era comer y que Enrique tenía permiso de comer de todo. Desafortunadamente sigue sufriendo de náuseas y no ha podido digerir más que agua. Está muy cansado, pero la náusea lo deja aún más agotado además de intimidarlo al momento de probar más comida. La bilirrubina se quedó al mismo nivel que ayer.

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