Me parece que el traducir de una lengua a otra es como quien mira los tapices flamencos por el revés, que aunque se ven las figuras, están llenas de hilos que las oscurecen, y no se ven con la lisura y tez del haz; y el traducir de lenguas fáciles, ni arguye ingenio ni elocución, como no le arguye el que traslada ni el que copia un papel de otro papel––dijo don Quijote.
Y aún así le dije a Enrique Fierro, simpatizante de los rinocerontes––Tomemos prestada la pelota de ping-pong de nuestros amigos Lorenzo y Margarita, y aquí escribámonos y traduzcámonos el uno al otro. Pero, tejamos reversos, traducciones traidoras, como falsos amigos, des faux amis que se miran, pero no se reconocen.

Sunday, December 12, 2010

Si empezamos con Empédocles terminaremos con Holderlin y con Arnold. Y con el Etna, al que se asomaron siglos más tarde Sarah y Oswaldo, pero nomás de curiosos que son.



Pero hoy no parece ser un día proclive al de Agrigento, sino a María en el Tepeyac. Y en especial a las rosas que recogiera Juan Diego en su tilma. Habría que consultar a Cristinica, que de la Virgen y de sus apariciones sabe mil y una cosas de las que puede hablarnos por horas. Porque para ella las horas están habitadas por la música, que se sabe que es el alimento del amor y del Amor, aunque una vez un recio lo negara mediante una manida cita de Lacan-Tata.



Ya habrá tiempo también para Leucipo, del que tanto y tan poco conocemos. Y para los seguidores de Tántalo, que son legión.

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