Me parece que el traducir de una lengua a otra es como quien mira los tapices flamencos por el revés, que aunque se ven las figuras, están llenas de hilos que las oscurecen, y no se ven con la lisura y tez del haz; y el traducir de lenguas fáciles, ni arguye ingenio ni elocución, como no le arguye el que traslada ni el que copia un papel de otro papel––dijo don Quijote.
Y aún así le dije a Enrique Fierro, simpatizante de los rinocerontes––Tomemos prestada la pelota de ping-pong de nuestros amigos Lorenzo y Margarita, y aquí escribámonos y traduzcámonos el uno al otro. Pero, tejamos reversos, traducciones traidoras, como falsos amigos, des faux amis que se miran, pero no se reconocen.

Sunday, March 27, 2011

Los días de México imposibles, por intensos, de resumir. La mayor parte de la estadía en San Jerónimo, en casa de Carmen y Álvaro. Y de Nicoletta, Nina y Micifuz, ineludibles félidos que nos acompañaron siempre: desde el desayuno hasta la hora de dormir. Pero hubo otros gatos: los de Marie-Jo, de los que hablamos mucho con ella en un restaurant de Polanco donde se apareció, para nuestra alegría y para saludarnos, Nicolás, el nieto de los Mutis y nuestro sobrino adorado. Y Casi, de Fabienne, amiga querida con quien cenamos en su nueva casa de Coyoacán y a la que Ida sometió durante horas a una suerte de examen oral sobre las últimas novedades literarias francesas. Casi proviene en línea directa del gato de los Paz que provocó el incendio de su departamento de la Calle Guadalquivir: hija de un incendiario, pues, pasa su vida, como Victoria en Villa Ocampo o Susana Soca en la calle San José de Montevideo, rodeada de libros y de pinturas y dibujos y grabados con los que a veces, cuando sale de sus largos períodos de ensimismamiento, dialoga hasta altas horas de la noche. Se sospecha que a veces escribe poemas: ¿influencia de Octavio, de Yesé Amory o de Gonzalo, que está tan presente en la calle de Inglaterra? También nos reencontramos con otro sobrino de nombre Nicolás: Nicolás Pereda, hoy multipremiado director de cine, siempre acompañado de su encantador hijo Matías y de Andrea, su esposa canadiense. Nunca podremos olvidarnos de él niño y sobre los hombros de Enrique en una playa de Atlántida (la Datitla de Neruda) y rumbo al agua al grito de "Chinchulín, Chinchulín". Una maravilla de persona, como todo el clan de la calle Zaragoza al que pertenece: su hermana Cata (y su esposo Eduardo, el de los "nombres propios") y sus padres Marcela y Carlos, a quienes nos une una vieja y fraterna amistad sin la que no sabríamos cómo vivir y seguir siendo quienes somos.

1 comment:

  1. no sé en qué momento este blog se convirtió en una premonición. de qué? no se puede decir claramente. si el ping- pong intentaba responder a lo que el otro proponía/preguntaba, este foes amis quiere adiviniarlo todo.

    cómo es que una lista de nombres arrastra tanta ternura? será esto otra presagio? y justo cuando escribo la palabra "ternura", Yago, mi gato, mi foes amis, dice "miau."

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