Varias personas se muestran curiosas y le preguntan: ¿por qué has dejado pasar tantos días sin contestarle a Sean, el Manning de Lorenzo y Margarita? Y él no sabe qué responder y se refugia en las obvias dificultades que manifiesta su magín para desplegarse. Sobre todo a esta altura de su vida y a la hora de la siesta, que ha sido siempre para él la hora epistolar.
También recuerda que en un determinado momento, cuando todo estaba listo para lanzarse a la pantalla, se le cruzó una presencia muy viva de una lista de escritores de aquí y de allá que son cursis y se paralizó. Había empezado a elaborarla, en pleno almuerzo, nada más ni nada menos que Guillermo, que es sabio y mordaz como pocos, y a él le entretenía más usar su memoria y una vieja libreta de apuntes para agregar nombres y más nombres a la lista, sobre todo de famosos o de enemigos, que intentar explicar su pereza a los preguntones. ¿Por qué será tan malo? ¿Por alguna "mala influencia", como decían en su casa?
Tendría que haber echado mano a sus lecturas adolescentes del "Derecho a la pereza" de Lafargue, que se iniciaba con un epígrafe de Lessing que muchos de sus amigos citaban a la hora de justificarse cuando eran capaces de no dejar de tener veinte años: "Seamos perezosos en todo, excepto en amar y en beber, excepto en ser perezosos". Pero, perezoso de él, no lo hizo.
Y al fin se limitó a andar de Donne a Jorge de Montemayor (algún día les contará por qué) y de ahí a Pascal y de Pascal a Kierkegaard y de Kierkegaard a Kafka y de Kafka a Wittgenstein. And so on, como dicen por aquí.
Me parece que el traducir de una lengua a otra es como quien mira los tapices flamencos por el revés, que aunque se ven las figuras, están llenas de hilos que las oscurecen, y no se ven con la lisura y tez del haz; y el traducir de lenguas fáciles, ni arguye ingenio ni elocución, como no le arguye el que traslada ni el que copia un papel de otro papel––dijo don Quijote.
Y aún así le dije a Enrique Fierro, simpatizante de los rinocerontes––Tomemos prestada la pelota de ping-pong de nuestros amigos Lorenzo y Margarita, y aquí escribámonos y traduzcámonos el uno al otro. Pero, tejamos reversos, traducciones traidoras, como falsos amigos, des faux amis que se miran, pero no se reconocen.
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